viernes, 18 de mayo de 2012

Porque lo improbable es por definición, probable

Fueron aquellas palabras que brotaban bajo su cuerpo como el césped. Se dejaban arrastrar y ahora iban derramandose por su cuerpo. Fue aquel septiembre nublado. El panorama menos ideal para encontrarse. Una fugaz mirada que lo decía todo pero sin saber nada y que aún en el presente seguía diciendolo todo pero sin querer saber nada. Tus manos que por aquel entonces se dejaban llevar temblorosas pero firmes bajando por las escaleras de mi cuerpo ahora habitaban en tus bolsillos. En cambio las mias jugaban al escondite con las colillas que se cruzan en mi camino. Tu expresión desenfadada ahora llevaba un tono resquebrajado echo con nuestro ultimo encuentro. En cambio la mia, vagaba por la resignación que le indicaban tus más idas que venidas. Ya no quedaba rastro de sonrisas dedicadas. Ni mucho menos de risas detrás de la oreja. Habían tirado una bomba atómica entre nosotros, había arrasado con todo y había dejado dos supervivientes desalojados de ganas. Quizá, en alguna rincón, vagaba una pizca, una pequeña migaja, un mínimo escombro de ¿como se llamaba? ah sí, amor. 

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